Cuando…
… fui víctima del abuso de los niños mayores, no estabas allí.
… me surgieron mis primeras dudas sobre el sexo, tuve que averiguar las respuestas en el cine y en las revistas baratas que cayeron en mis manos.
… jugué mis primeros partidos de futbol y básquet, no me fuiste a ver.
… no me pude anudar la corbata, esperé llegar a la reunión para que alguien me ayudara.
… sufrí el primer dolor de “amor”, ni te enteraste.
Hoy…
…si alguien amenaza la integridad de uno de mis hijos, estoy aquí para defenderlos.
… después de las comidas, aprovecho para enseñarles de sexo antes que me pregunten.
… trato de estar en cada entreno o presentación de mis niños.
… celebro la primera vez que mis hijas usan tacones altos y los llevo a cortarse el pelo.
… tengo mi hombro disponible para cuando sea necesario.
Hoy se todo lo que debo hacer para ellos y que sepan que los amo.
¡Feliz dia del padre!
Somos lo que hacemos día a día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábito. Aristóteles.
miércoles, 17 de junio de 2009
martes, 16 de junio de 2009
Otra vez la realidad
Dando vueltas por el supermercado me dediqué a observar a los compradores y sus rituales de compra.
Una pareja de jovenes padres se dedicaba con gran afán a elegir la mejor opción entre la amplia variedad de pañales que ofrecía el estante.
Una exigente señora verificaba el aroma de los diferentes shampoos, destapando cada envase de los que se exhibían.
Entre la amplia variedad de precios, marcas y calidades, una ama de casa estaba eligiendo la leche, otra el pan de rodaja y, mas adelante, otro comprador seleccionaba un suplemento vitamínico.
Como toma la gente sus decisiones, ¿será que cierra los ojos y compra lo primero que su mano alcanza?, ¿será que evalua racionalmente en función de la realidad y de los indicadores que esta le provee, como precio y calidad?, ¿será que toma sus decisiones tomando en cuenta las experiencias anteriores?.
¿Será que toma en cuenta la realidad de su saldo en el banco o del contenido de su billetera?
¿O será que debido a sus percepciones personales es incapaz de distinguir la realidad de sus conceptos subjetivos?
Ciertamente, no todos toman la realidad como referente para tomar sus decisiones, pero quienes si lo hacen aseguran mejores resultados.
Una pareja de jovenes padres se dedicaba con gran afán a elegir la mejor opción entre la amplia variedad de pañales que ofrecía el estante.
Una exigente señora verificaba el aroma de los diferentes shampoos, destapando cada envase de los que se exhibían.
Entre la amplia variedad de precios, marcas y calidades, una ama de casa estaba eligiendo la leche, otra el pan de rodaja y, mas adelante, otro comprador seleccionaba un suplemento vitamínico.
Como toma la gente sus decisiones, ¿será que cierra los ojos y compra lo primero que su mano alcanza?, ¿será que evalua racionalmente en función de la realidad y de los indicadores que esta le provee, como precio y calidad?, ¿será que toma sus decisiones tomando en cuenta las experiencias anteriores?.
¿Será que toma en cuenta la realidad de su saldo en el banco o del contenido de su billetera?
¿O será que debido a sus percepciones personales es incapaz de distinguir la realidad de sus conceptos subjetivos?
Ciertamente, no todos toman la realidad como referente para tomar sus decisiones, pero quienes si lo hacen aseguran mejores resultados.
lunes, 15 de junio de 2009
Aperto libro
...si es vergonzoso que uno no pueda valerse de su propio cuerpo, sería absurdo que no lo fuera en lo que se refiere a la razón, que es más propia del hombre que el uso de su cuerpo.
Leído en: Retórica, de Aristóteles.
Leído en: Retórica, de Aristóteles.
jueves, 11 de junio de 2009
Para que sirve la realidad
Los ojos nublados por el llanto no permitían que Emilia pudiera ver a su esposo de rodillas frente a ella. Sin embargo, nada podía hacer para no escuchar sus suplicas:
“No te vayas, por favor no te vayas. Tu sabes que te quiero, sabes bien cuanto te quiero”- repetía Oscar, una y otra vez.
A ratos las palabras de él perdían sentido y solamente sonaba un lejano rumor que se confundía con las imágenes que acudían a la mente de ella.
Emilia no podía dejar de pensar en los golpes recibidos, los halones de pelo y las humillaciones.
Mientras él seguía repitiendo cuanto la amaba, ella alcanzaba a sentir el fuerte olor a licor que acompañaba su letanía.
“Por favor, por favor. Por todo el amor que nos tenemos. Por este amor que es lo único que cuenta. La única realidad que cuenta. Por favor, no te vayas. Piensa en mi. Que sería de mi, si tu te vas. ¿O es que ya no te importo? Dime. ¡Dímelo! ¡Dime que ya no me amas y mi vida terminará!”-repetía Oscar otra vez, sin lograr conmoverla.
El fuerte dolor en el costado obligo a Emilia a inclinarse un poco hacia el lado derecho. “Otra costilla rota, esto ya no puede seguir así”- se repitió ella con firmeza.
“Te prometo que esta si es la última vez que pasa. Nunca. Nunca más. Te lo prometo. Pero por favor, no te vayas...” Oscar apenas logró terminar esta última oración porque rompió a llorar, con desesperación por su impotencia. Estaba seguro que esta vez no lograría detenerla.
Ella se permitió una última duda. “¿Y si es cierto?, ¿y si esta vez si es cierto y ya no me volverá a pegar?, ¿y si se mata al no verme más? Qué difícil tomar esta decisión. Es que no se si creer en sus palabras y promesas. Dios mío, ayudame. ¿Qué hago? No se como tomar esta decisión. Como puedo...”. El fuerte dolor en su costado, que le garantizaba una costilla rota, interrumpió su reflexión.
Lo apartó de su lado y, sin recoger la caja que contenía sus pocas cosas, salió del pequeño cuarto que alquilaban en un palomar.
Él se quedo llorando hasta que los efectos del licor lo durmieron.
“No te vayas, por favor no te vayas. Tu sabes que te quiero, sabes bien cuanto te quiero”- repetía Oscar, una y otra vez.
A ratos las palabras de él perdían sentido y solamente sonaba un lejano rumor que se confundía con las imágenes que acudían a la mente de ella.
Emilia no podía dejar de pensar en los golpes recibidos, los halones de pelo y las humillaciones.
Mientras él seguía repitiendo cuanto la amaba, ella alcanzaba a sentir el fuerte olor a licor que acompañaba su letanía.
“Por favor, por favor. Por todo el amor que nos tenemos. Por este amor que es lo único que cuenta. La única realidad que cuenta. Por favor, no te vayas. Piensa en mi. Que sería de mi, si tu te vas. ¿O es que ya no te importo? Dime. ¡Dímelo! ¡Dime que ya no me amas y mi vida terminará!”-repetía Oscar otra vez, sin lograr conmoverla.
El fuerte dolor en el costado obligo a Emilia a inclinarse un poco hacia el lado derecho. “Otra costilla rota, esto ya no puede seguir así”- se repitió ella con firmeza.
“Te prometo que esta si es la última vez que pasa. Nunca. Nunca más. Te lo prometo. Pero por favor, no te vayas...” Oscar apenas logró terminar esta última oración porque rompió a llorar, con desesperación por su impotencia. Estaba seguro que esta vez no lograría detenerla.
Ella se permitió una última duda. “¿Y si es cierto?, ¿y si esta vez si es cierto y ya no me volverá a pegar?, ¿y si se mata al no verme más? Qué difícil tomar esta decisión. Es que no se si creer en sus palabras y promesas. Dios mío, ayudame. ¿Qué hago? No se como tomar esta decisión. Como puedo...”. El fuerte dolor en su costado, que le garantizaba una costilla rota, interrumpió su reflexión.
Lo apartó de su lado y, sin recoger la caja que contenía sus pocas cosas, salió del pequeño cuarto que alquilaban en un palomar.
Él se quedo llorando hasta que los efectos del licor lo durmieron.
lunes, 8 de junio de 2009
Aperto libro
Los dos grandes valores a ser ganados de la vida en sociedad son: el conocimiento y el comercio. El hombre es la única especie que puede transmitir y expandir su cultura de generación en generación: el conocimiento potencialmente a disposición del ser humano es mayor al que ningún hombre pudiera comenzar a acumular durante su vida: cada hombre obtiene el beneficio incalculable de los conocimientos descubiertos por los demás. El segundo gran beneficio es la división del trabajo: ella capacita al hombre para dedicar sus esfuerzos a un área de trabajo en particular y comerciar con otros que se especializan en otras áreas.
Leido en: La virtud del egoísmo, de Ayn Rand.
Leido en: La virtud del egoísmo, de Ayn Rand.
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