jueves, 31 de diciembre de 2009

Aperto libro

Además, es aquí, entre nosotros y no en otro lugar, donde han de considerarse las fuerzas y los actos del alma; todas sus demás perfecciones le son vanas e inútiles: es por su estado presente por lo que debe ser pagada y recompensada para toda la inmortalidad, y sólo es responsable de la vida del hombre. Sería injusto haberle sustraído sus medios y sus poderes; haberla desarmado, para juzgarla y condenarla infinita y eternamente, por el tiempo de su cautiverio y su prisión, de su debilidad y enfermedad, por el tiempo en el que habría estado coaccionada y forzada; y detenerse a considerar tiempo tan corto que es quizá de una o dos horas, o a lo peor de un siglo, que en proporción con la eternidad no es más que un instante, para, por ese momento de intervalo, ordenar y establecer definitivamente todo su ser. Sería inicua desproporción obtener una eterna recompensa como consecuencia de una vida tan corta.

Leído en:
Apología de Raimundo Sabunde.
Ensayos completos
Michel de Montaigne