martes, 19 de abril de 2011

Aperto libro

Escribir es muy sencillo, todo lo que se necesita es tomar una pluma y papel y abrirse una vena.

Walter Wellesley.

Citado por Francisco Pérez de Antón en su nuevo libro
Veinte plumas y un pincel.

martes, 12 de abril de 2011

Aperto libro


Tu yo, es tu mente: renuncia a ella, y te convertirás en un pedazo de carne, listo para ser devorado por cualquier caníbal.

John Galt.

martes, 5 de abril de 2011

Walter y Kendra

Walter y Kendra llegaron de improviso a mi oficina. Ingresaron sin identificarse en la recepción y me vi obligado a interrumpir una reunión con el encargado de distribución para atender a estos dos personajes, a quienes conocía con anterioridad. No puedo, ni quiero, afirmar que me unía a ellos algún trazo de amistad, simplemente los había visto en alguna reunión social donde coincidimos.
Sin esperar invitación tomaron asiento frente a mi escritorio. Fue Walter quien habló primero:
-Se que esto lo va a enojar, pero es mi obligación moral indicarselo. Nos hemos enterado que su empresa está obteniendo ganancias muy significativas, demasiado significativas- el tono de su voz revelaba un exceso de confianza, hablaba con la certeza que utilizan los que están avalados por un muro lleno de reconocimientos, diplomas y certificaciones académicas. No había ni una leve sombra de duda moral en sus afirmaciones-Y eso no es justo.
-Así es - interrumpió Kendra, con la intención de apoyar las palabras de su predecesor. En ella destacaban otras características diferentes a las de su compañero. De apariencia campirana, de modales toscos y una mirada feroz que su fealdad acentuaba. -No es justo que usted acumule utilidades cuando existen otras personas que las necesitan más. Es mas, su negocio de distribución no le agrega ningún valor a los productos, usted explota a los fabricantes y a sus consumidores, esto lo convierte en doble defraudador.
-Nuestras bases de datos ya nos habían alertado de las anomalías presentadas por su compañía y las vimos confirmadas con una denuncia interpuesta por una dama, de mucha mas moral que usted, muy cercana a sus delitos.
-Venimos a exigirle que baje sus precios y que las ganancias que obtiene las comparta con sus proveedores inmediatamente- sentenció la mujer. -Debemos romper con siglos de injusticias y entregar a los mas necesitados lo que exigen y merecen como un gesto de solidaridad ineludible.
-Tenga cuidado con su reacción- me advirtió Walter con firmeza- no se vaya a enojar, ni se atreva a asumir una actitud que únicamente le va a traer consecuencias aún mas dañinas por su comportamiento inmoral frente a la sociedad.
-Y frente a Dios.
Siglos de enseñanzas de humildad y de pregonar el sacrificio por el bienestar de los demás fueron evocados por mi mente. Hundido, cada vez más en mi sillón no pude evitar un arrebato de vergüenza por semejante lucro de mi parte. Era cierto, no lo podía negar. Mi empresa pasaba por un excelente momento financiero.
Claro, el reciente éxito económico no era fruto de la casualidad. Una larga historia de pequeños y grandes fracasos, de pérdidas y ganancias no contabilizadas me habían curtido la piel y la bonanza actual no era solo el simple destino. Gracias a mi costoso entrenamiento había identificado una oportunidad y elaborado un plan que estaba ejecutando con resultados positivos.
De pronto, sin poder evitarlo, la imagen del Padre Roger, el guía de mis años escolares, apareció frente a mi. “Tu no eres nadie, solamente vales por la infinita misericordia de Dios, tus éxitos no te pertenecen, son dádivas de tu Padre en los cielos y estás obligado a compartirlos con quienes los necesitan y no los obtienen”.
-¿Desean tomar café?- fue todo lo que alcance a replicar.
Lo que sucedió a continuación fue muy confuso. La lámpara que colgaba sobre mi escritorio se empezó a mover, al principio lentamente. Luego las paredes y los muebles se mecían con violencia y el pánico fue total. No recuerdo nada mas, mi memoria se reactivó cuando todos estábamos a media calle intentando reponernos del susto. Lo primero que vino a mi mente fue verificar si estábamos todos los compañeros de trabajo y si podíamos ayudar a algún vecino que lo necesitara. Esas actividades absorbieron mi atención hasta muy entrada la noche. Los días y las semanas siguientes fueron de mucha exigencia.
No fue hasta un mes mas tarde que recordé a mis visitantes de ese día porque recibí una nota de parte del gobierno donde solicitaban mi ayuda para la reconstrucción nacional. El desastre por el terremoto de ese día fue de grandes dimensiones y el gobierno estaba recurriendo a los empresarios de la nación para realizar las actividades de reconstrucción porque los burócratas no lograban satisfacer toda la demanda que existía sobre ellos.
Ahora que veo hacia atrás la situación, recuerdo que ciertamente me enojé ante los comentarios de mis inesperadas visitas. Uno de mis maestros siempre insistió en que no era debido contener la ira, sino ajustarla a las proporciones correctas. No es mi intención asumir el papel de víctima, pero es interesante que cuando se genera riqueza siempre existen aves de rapiña que la detectan y pretenden repartirla utilizando criterios, que ellos mismos ignoran, de moral y justicia, en el mejor de los casos. Y digo el mejor de los casos, porque no puedo adivinar cual es su intención.