jueves, 11 de junio de 2009

Para que sirve la realidad

Los ojos nublados por el llanto no permitían que Emilia pudiera ver a su esposo de rodillas frente a ella. Sin embargo, nada podía hacer para no escuchar sus suplicas:
“No te vayas, por favor no te vayas. Tu sabes que te quiero, sabes bien cuanto te quiero”- repetía Oscar, una y otra vez.
A ratos las palabras de él perdían sentido y solamente sonaba un lejano rumor que se confundía con las imágenes que acudían a la mente de ella.
Emilia no podía dejar de pensar en los golpes recibidos, los halones de pelo y las humillaciones.
Mientras él seguía repitiendo cuanto la amaba, ella alcanzaba a sentir el fuerte olor a licor que acompañaba su letanía.
“Por favor, por favor. Por todo el amor que nos tenemos. Por este amor que es lo único que cuenta. La única realidad que cuenta. Por favor, no te vayas. Piensa en mi. Que sería de mi, si tu te vas. ¿O es que ya no te importo? Dime. ¡Dímelo! ¡Dime que ya no me amas y mi vida terminará!”-repetía Oscar otra vez, sin lograr conmoverla.
El fuerte dolor en el costado obligo a Emilia a inclinarse un poco hacia el lado derecho. “Otra costilla rota, esto ya no puede seguir así”- se repitió ella con firmeza.
“Te prometo que esta si es la última vez que pasa. Nunca. Nunca más. Te lo prometo. Pero por favor, no te vayas...” Oscar apenas logró terminar esta última oración porque rompió a llorar, con desesperación por su impotencia. Estaba seguro que esta vez no lograría detenerla.
Ella se permitió una última duda. “¿Y si es cierto?, ¿y si esta vez si es cierto y ya no me volverá a pegar?, ¿y si se mata al no verme más? Qué difícil tomar esta decisión. Es que no se si creer en sus palabras y promesas. Dios mío, ayudame. ¿Qué hago? No se como tomar esta decisión. Como puedo...”. El fuerte dolor en su costado, que le garantizaba una costilla rota, interrumpió su reflexión.
Lo apartó de su lado y, sin recoger la caja que contenía sus pocas cosas, salió del pequeño cuarto que alquilaban en un palomar.
Él se quedo llorando hasta que los efectos del licor lo durmieron.

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