Diógenes fue un filosofo griego discípulo de Antístenes, que a su vez lo fue de Sócrates. Vivió en la mas extrema pobreza y fue admirado por los atenienses por su desprecio a las comodidades. La virtud es la base de su filosofía. Llevó a la práctica el ideal del sabio cínico, representado por una vida solitaria en renuncia constante de todos los bienes creados por la sociedad.
Un provocador articulo del amigo Rodrigo Pérez Nieves llamado De filósofos y políticos, me dejó inquieto por una afirmación sobre Diógenes. Asegura el escritor que el filósofo adoptó una actitud "humilde ante la vida" y no puedo estar mas en desacuerdo con tal comentario.
Al contrario, a mi parecer Diógenes estaba convencido que sus ideas eran correctas y estaba orgulloso de ellas. Las defendía con orgullo. Las predicaba con pasión. Las vivía con integridad.
Como todo gran personaje histórico se comprometió con un ideal y en ningún momento le restó importancia a sus propios logros y virtudes, todo lo contrario, los exhibía y predicaba. Llevaba, ciertamente, poco equipaje, pero lo lucía con ostentación por lo mucho que significaba para sus ideales. La pobreza no era una muestra de humildad, era una muestra de convicción.
La lección de vida que, a mi parecer, encierra la historia de Diogenes es la de la integridad. Integridad entendida como la unidad entre la acción y el ideal personal en todo momento. Vivo mis creencias, soy fiel a mi filosofía en todo momento. Dice en algún lugar Stephen Covey que no hay persona mas confiable que una persona integra. Un lamentable ejemplo de falta de integridad son nuestros políticos que dicen, según las circunstancias, lo que sea necesario para salir del paso; pero actúan de diferente forma.
La imagen que acompaña este comentario es: Diogenes, pintada por John William Waterhouse en 1882.
5 comentarios:
Amén, totalmente de acuerdo en sus apreciaciones. Para reforzar transcribo una anécdota de este gran personaje:
Alejandro, viendo tan baja representación de la estatura de la especie humana, sintió que su poder era muy grande, casi infinito, y que la vida y la muerte estaban por debajo de su voluntad. Su pecho se llenó de orgullo. Quería tentar al vagabundo. Quería ver si realmente su separación del mundo de los hombres era como se decía, o era una simple excusa del perdedor que huye de los demás. El rey había vencido a miles de hombres en el campo de batalla, pero sabía que a un hombre al cual su vida no le importa nada, nunca puede ser vencido. Preguntó desdeñosa y burlonamente al miserable si deseaba alguna cosa. Le dijo que tal era su fama, que fuese lo que fuese, estaba dispuesto a facilitárselo, por difícil o lejano que pareciese.
Diógenes alzó su mirada hacia el rostro de su interlocutor. Sin ver el semblante del héroe, cegado por la luz del astro rey, que se hallaba a la espalda del mortal Alejandro, respondió firme y pausadamente:
-Nada deseo de ti, gran príncipe, conquistador de tierras y de almas. Y sólo una cosa que está a tu alcance puedes hacer por mí. Apártate, y no quites el sol a tu humilde súbdito...
Aprecio la actitud de Diogenes al ser un hombre indivisible, que no permite una diferenciación entre su "espiritu" y su cuerpo. Esa lealtad a las convicciones y valores que cada uno tiene es la forma más egoísta de actuar. Es totalmente lo opuesto a lo que trata de concluir la persona que habla de humildad.
Gracias por sus amables comentarios caballeros...
Completamente de acuerdo, la humildad nada tiene que ver con la pobreza o sencillez. Aunque estoy seguro que Diógenes mostró humildad durante su trayecto en esta vida también estaba "satisfecho" con su integridad en relación a sus convicciones, aún a costa de renunciar a aquellas cosas que podían darle cierto placer. Parece que SU INTEGRIDAD fue su placer mayor. Y de este hombre "La Integridad" debemos imitar.
De acuerdo mi viejo amigo.
Publicar un comentario