Durante la Santa Inquisición se perseguía a quienes contrariaban los intereses de los jerarcas de la Iglesia Católica, se les acusaba de pecadores, de herejes, de brujos o brujas. No importaban las pruebas, ni importaba el derecho a un juicio justo. Lo que importaba era eliminar a quienes se atrevían a contradecir el sistema y a los favorecidos por el sistema. La pasión que se utilizaba para defender los intereses del Papa y sus allegados, llevo a cometer una serie de abusos imperdonables. En ningun momento se aceptaba la posible inocencia de los acusados, eran validos todos los recursos para declarar culpable al "hereje". Mentiras, falsos testimonios, tortura para forzar las confesiones.
En nuestro país, sucede todo lo contrario.
Un ex-presidente ladrón se declara inocente antes del juicio para definir su culpabilidad. El juicio no es mas que un trámite administrativo del cual podemos con absoluta seguridad anticipar el resultado.
Que perdonen al ex-presidente ladrón esta mal, pero era de esperar pues quienes lo juzgan pertenecen al mismo club de corruptos y ladrones. Lo que es absolutamente fatal es el efecto que tiene la falta de cumplimiento de la ley en nuestra sociedad.
La ley solo funciona si es igual para todos y si siempre se aplica. No hay excepciones, no hay privilegios.
Pero no solo Portillo y toda su pandilla se han librado, también se libran los condenados a muerte que se ven amparados por los defensores de los derechos humanos.
Triste panorama, la seguridad en nuestro país no va a cambiar si no cambia el estado de derecho y el sistema judicial.
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