A algunos nos conmueven el dolor y la pobreza y de eso se valen algunos para meter la mano en nuestro bolsillo con toda aprobación. Me refiero a esos personajes que aparecen casi en cada esquina de la ciudad luciendo sus limitaciones, reales o fingidas, pero también hago referencia a las entidades altruistas que velan por apoyar al ser humano en su dolor y limitaciones.
La pobreza conmueve y no se puede evitar la reflexión al respecto de su origen y causas. En nuestro caso particular, como nación, es evidente que, mucha de la pobreza existente, tiene sus orígenes en la conquista, y a que desde entonces se distribuyeron privilegios que favorecieron a unos pocos, incluidos los conquistadores y la iglesia católica, en detrimento de una gran mayoría de nativos, principalmente.
El establecimiento de ese sistema de privilegios actualmente es sujeto de múltiples análisis y posturas que pretenden revertirlo.
Pero ¿cómo revertir las consecuencias de una historia donde los culpables ya no existen?, ¿será que es castigando a sus supuestos descendientes como se logrará resolver los problemas de pobreza y dolor?
Lo peor de todo es que las múltiples posturas que pretenden resolver esta situación tienen una sola propuesta, establecer otro sistema de privilegios. Un sistema de privilegios que favorezca a los desposeídos en detrimento de los supuestos beneficiados con el sistema impuesto durante la conquista. La exigencia es enérgica, con bloqueos a carreteras, invasiones a fincas y otras medidas violentas y desesperadas.
¿Será que esta es la solución?, ¿será que la iglesia católica tiene autoridad moral para alentar esta posición?
¿Debemos aceptar el chantaje moral para establecer un nuevo sistema de privilegios?
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