Hace un par de meses tuve la intención de leer la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa; pero al inicio encontré unos textos en latín y desestime la lectura porque la consideré muy complicada. La catalogué entre los textos escritos de manera inaccesible para el común de los lectores. Sencillamente la abandoné en una librera.
La semana pasada Guipi me comentó que era una novela extraordinaria y que valía la pena su lectura. Esa misma noche la rescaté de los libros olvidables e inicié la lectura. Al llegar a la página 5 me encontraba atrapado por una narración cautivante, erudita, desafiante.
Muchas veces me ha pasado que me precipito al formarme un juicio acerca de las cosas y las personas, y no les doy una oportunidad (seguramente es mas acertado afirmar no me doy la oportunidad) de conocer lo que tienen por presentar.
Personas que empiezan a hablar, libros que empiezo a leer, ideas que estoy por conocer.
Vivir la vida con menos prisa, con cierto nivel de lentitud. Saborear el bocado antes de enguirlo, parece ser la moraleja de esta fábula.
1 comentario:
me parece correcto, casi todos dejamos las cosas si las vemos complicadas
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